jueves, 22 de septiembre de 2011

I love write.

-¿Por qué?
-No lo sé.
-¿Quizá flechazo?
-Tal vez. No sé nada con certeza, que precisamente es lo que busco. La certeza. ¿Estoy enamorado? Vuelvo a lo mismo, la misma contestación, las mismas dudas, la misma la espiral… ¿Entonces por qué me pasa eso cuando la veo?
-¿Qué te pasa?
-No sé algo raro, como si tuviese un nudo en el estómago, como si mi mundo se cerrase para ella, como si todo en mi vida fuese ella, ella y ella, como si… como si la quisiese.
-¿Pero la quieres?
-Oh, venga, otra vez no, se lo acabo de explicar. No lo sé, ¡I don’t know!, ¿Cómo se lo digo? En morse tal vez. Es que ella… cada vez que pienso en ella, no sé, es como si… como si se parase el mundo. De verdad, como ahora mismo, le hablo de ella y parece como si usted, aquí no estuviese, y sin embargo, aparece reflejada en mi, la idea de que ella es mi…
-Que no le de vergüenza decirlo…
-…mi psicólogo.
- ¡¿Por qué le cuesta decir psicólogo?!
- Dígame la verdad. Usted, con tantos años de carrera, de experiencia, de… ¡de vida!, ¿usted ha visto algo semejante a mi? Sin tapujos, hable, ¡conteste!
- Pues no, la verdad es que no, y si a parte de psicólogo, no fuese filósofo, le diría que usted está enamorado de ella.
- ¿Y si el problema no está en la psicología, ni en la filosofía?
- No le entiendo.
- Sí, verá, y si el problema está en que somos hombres, en que no conocemos el amor, ya que tantas mujeres nos achacan el no saber qué es el amor en realidad. ¿Y si van a tener razón doctor? ¿Y si ese es mi problema?
- Si eso fuese cierto, yo ahora mismo sería una mujer, no estaría casado, ni podría ver a mi mujer como la vi el primer día.
- ¿Y como supo que estaba enamorado?, es más, ¿Cómo lo sabe? Porque dice que lo sigue estando.
- Pues no lo sé, no tengo ni idea, es algo…mágico, diría yo.
-¡Venga. Doctor! No me trate como a un niño. Si quisiese aprender magia, me hubiese apuntado al circo.
- ¿Entonces a que has venido?
- A saber si estoy enamorado.
- Usted bien lo sabe.
-¡¿Pero cómo lo voy a saber?!, ¡sino no hubiese venido!
- ¿Sabes qué? La primera vez que vi a mi esposa, sentí lo mismo que usted. Sentí también como si todo alrededor mío desapareciese, como si… como si justo en el centro de la Gran Vía madrileña, estuviésemos ella y yo, solos, algo que se antoja imposible por la cantidad de ruido que existe en aquella zona. ¿Sabe lo que le pasa ya? Que tiene miedo. Miedo al futuro, miedo a cómo le irán las cosas, miedo a… miedo a ella, porque la desconoce, y como dice el sanedrín, conocerse es malo. Yo me enamoré de ella por los dos motivos que le he descrito anteriormente, uno, por sentir lo que sentí y dos, por miedo, más que a desconocerla, a perderla, y creo que usted tiene un gran problema, visto que actúa con cierto retardo.
- Pero,…
- No hay peros que valgan, salga de aquí ahora mismo, a comerse el mundo, a comérsela a ella. El tiempo es oro, y el oro como tal lujo se acaba.