jueves, 27 de enero de 2011

La felicidad rutinaria.

"La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días."

Cada día que pasa, Nelson Mandela es un poquito más grande.
En una entrevista realizada por Richard Stengel al expresidente sudafricano, sobre anécdotas de su largo periplo carcelario, hago hincapié a un trocito en el que Mandela no hizo mucho caso al médico sobre su elevado colesterol. Éste era el siguiente:

“El primer día que estuve en [la clínica penitenciaria de] Constantiaberg [donde lo trataron de tuberculosis], me llevaron el desayuno. No sabían que me habían prescrito una dieta baja en colesterol y me trajeron huevos y un montón de beicon. El mayor que estaba a mi cargo dijo: ‘No, Mandela no puede comerlo, va contra las órdenes del médico’. Y yo repuse: ‘Hoy estoy dispuesto a morir; voy a comérmelo’ [risas]. Sí, hacía muchísimo tiempo que no comía huevos con beicon.”

Dense cuenta de lo que podemos llegar a hacer por las cosas que realmente nos entusiasman. Él fue capaz de poner su salud en peligro por unos meros huevos con beicon.

Esto me recuerda al poco significado que le damos, a por ejemplo, la comida del fin de semana con los abuelos o la familia, la partida de ajedrez del sábado después de comer, al partido de fútbol del domingo, a una salida con la mujer, los amigos o los niños o incluso a la simple satisfacción de vivir en plenitud de condiciones (que es lo más importante). Y es que la primera vez nos encanta, pero la rutina nos mata.
Mi ejemplo es el trabajo: La primera vez que vas a tu puesto, vas a comerte el mundo, al año deseas que el mundo te coma a ti. Y nos pasa a todos y a cada uno de nosotros. No podemos salir de casa con el convencimiento de que la jornada va a ser un día como otro cualquiera, no, hay que salir como el primer día, a pegarle bocados al mundo. Debemos de pensar que va a pasar algo que nos alegre el día, que si no me equivoco, en la mayoría de los casos pasa.
Claro que ustedes dirán, ¿y cuando pasa algo malo? Pues, simplemente cuando pasa algo desagradable hay que salir adelante y superarlo como un obstáculo insignificante que está ahí para jodernos los cinco, diez, veinte o treinta minutos de un día que dura veinticuatro horas. ¿Y saben por qué nos enojamos? Por la simple rutina.

Por ello, si la rompemos y hacemos cosas nuevas que nos satisfagan también, daremos un pasito más hacia esa ansiada felicidad, la cual muchos no quieren que alcancemos.
Comprobarán que cuando vuelvan a probar lo que antes era la rutina, ahora será como otra experiencia distinta y a la vez gratificante.

Como siempre, muchísimas gracias, por dedicar vuestro tiempo a leer tan humilde comentario.

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